Mediocridad, demagogia y objetualización: Hemos matado a Dayko.
Publicado el 24 de abril de 2016
#Dayko era un perro de rescate que ha muerto a consecuencia del agotamiento causado durante el desempeño de dicha labor.
En varias ocasiones he declarado abiertamente mi animalismo, así como mis críticas hacia quienes dentro de él parecen más interesados en mostrarse como mejores animalistas que nadie que en lograr una mejora efectiva de la influencia inevitable que tenemos los seres humanos en la vida del resto de los animales.
Las declaraciones de máximos, las acusaciones hacia quienes buscan vías de diálogo, ya sean legales o a través del intercambio de ideas, me parece que sólo llevan a que quien parezca más radical sea el más molón del momento y no traen ningún beneficio a los animales, ningún potencial de nuevas adhesiones animalistas, ninguna opción de entendimiento, aunque sea parcial, con quienes simpatizan con los animales (porque los bienestaristas nunca han sido el enemigo, sino un aliado para alcanzar cuotas de representatividad y entendimiento que permitan promover iniciativas que ayuden, aunque sea parcialmente, a los animales y así generar un proceso gradual de avance, pero paro que me disperso).
Por este motivo, junto al hecho de que mi blog y mis redes sociales estén muy vinculadas con la empresa que dirijo y no tengo derecho a implicar al resto de compañeros en mis declaraciones, intento ser muy cauteloso al exponer mis ideas y mi postura en estos temas.
Intento ser lo más razonable e inclusivo que pueda.
Intento entender a quienes sólo las comparten parcialmente.
Intento entender a quienes no las comparten en absoluto.
Intento entender a quienes las atacan, confrontándolas con otras ideas.
Pero todos tenemos nuestras líneas rojas.
Que un perro de rescate muera por la imbécil neglicencia de uno de tantos mediocres que han encontrado en los perros de utilidad social una manera de ser alguien a través de parchear con “likes” sus inseguridades y carencias es el extremo de la objetualización de los perros.
El extremo de la reducción a herramienta del animal que mejor nos entiende, que más nos quiere y que más desea estar con nosotros.
Y no ataco a quienes tienen una vocación de ayuda y verdaderamente entrenan desde el compañerismo y el respeto, a quienes entienden que sus perros deben obtener al menos tanto como ofrecen, y que no tenemos el derecho a entrenarles, sino que al hacerlo asumimos la responsabilidad de que sea de tal manera que mejoremos su vida y promovamos su acceso a la felicidad.
La mejora que el perro obtiene siempre es importante, pero se vuelve crítica cuando dicho adiestramiento no es para facilitarles su desenvolvimiento eficaz por el entorno en el que les hacemos vivir, su integración en un mundo extraño, sino para obtener un beneficio para nosotros, para las personas.
Y que no se rasguen las vestiduras los sensibles, que cuando se cuestiona el derecho de entrenar a los perros para nuestro beneficio y no para el suyo, como es el caso de los perros de ayuda social, la gente parece tener la piel muy fina.
Que no se rasguen las vestiduras porque el que está muerto es Dayko, el perro, no su guía, así que histerias de princesa del guisante por parte de entrenadores las justas.
Si un perro de rescate muere en un accidente durante un rescate puedo entenderlo, aunque sé que otros compañeros animalistas no comparten mi postura.
Lo entiendo no porque crea que el riesgo es asumible si conseguimos salvar a personas, sino porque supongo que el perro habrá tenido una vida mucho más feliz y plena practicando rescate, parto de la premisa de que su entrenamiento le habrá dado la posibilidad de expresarse y desarrollar sus capacidades cognitivas, emocionales, sociales y comunicativas.
Pero que llegue a la extenuación y muera es algo que en un mundo más justo merecería ser juzgado más allá de las redes sociales. Y que no debe asumirse como parte de una aritmética de costes/beneficios.
Y quizá debamos empezar a señalar que determinadas especialidades del adiestramiento están dominadas por una visión que reduce al perro exclusivamente a ser una herramienta a nuestro servicio, eso sí, bien salpimentada con expresiones de buenismo barato: amor por los perros, vínculo, el mejor amigo, trabajo en positivo… cháchara para barnizar una objetualización absoluta de los perros. Todas las palabras bonitas, todas las fotos tiernas, en muchos casos se reducen a simple maquillaje.
Visión objetualizadora que debe denunciarse como inaceptable, no por no ser animalista, sino porque en su fondo iguala el bienestar animal a pautas de buen mantenimiento de una herramienta para sacarle el máximo provecho.
Deben denunciarse estas prácticas y las demagogias que las enmascaran.
Porque toda práctica que reduzca al perro a la categoría de un objeto que aprovechamos para nuestro beneficio debe ser considerada inaceptable, no solo para los animalistas, sino para todos quienes creamos que los perros son sujetos, que nos quieren y que debemos relacionarnos con ellos ofreciéndoles cariño y respeto.
Es mejor que los perros vivan, colaboren con nosotros y nos presten ayuda como compañeros a que mueran como “héroes”.
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