Pasado y presente: El enfoque de GESTIÓN EMOCIONAL frente al CONDUTISTA/HABITUACIONISTA.
Publicado el 22 de junio de 2016
Muchas veces quienes tienen experiencia previa en modelos de entrenamiento conductistas tienen dificultad para ver los beneficios del adiestramiento COGNITIVO-EMOCIONAL, por dos motivos:
- El tiempo de entrenamiento para lograr la misma conducta suele ser igual, o incluso superior en algunos casos, respecto a la manera de entrenar que ya conocen.
- La conducta no será necesariamente mejor ejecutada en lo que se refiere a su forma que enseñándola de manera conductista.
Esto hace que puedan pensar que no tiene mucho sentido cambiar su manera de trabajar para lograr lo que en apariencia son resultados iguales.
Las ventajas que ofrece al adiestramiento COGNITIVO-EMOCIONAL en la enseñanza de destrezas no están en la velocidad de adquisición o en la precisión de la conducta, sino en el mantenimiento de su eficacia en el largo plazo, en las motivaciones para trabajar y en el encaje del adiestramiento como una actividad social conjunta y satisfactoria por sí misma entre la persona y el perro. En temas de fondo y de largo plazo, y es lógico que esto dificulte a quienes tienen experiencia previa exitosa con otras formas de trabajo el plantearse cambiar.
Sin embargo existe un área en la que las propuestas del trabajo COGNITIVO-EMOCIONAL ofrece resultados más rápidos, más consistentes y más prácticos que sus alternativas.
Y es en el trabajo de problemas emocionales.
Ahora sigue un mega tocho de post técnico, pero no tienes porqué pasar por ello, también puedes ver un resumen en este video:
EL ENFOQUE CONDUCTISTA/HABITUACIONISTA
El modelo tradicional conductista considera las emociones como etiquetas o como respuestas fisiológicas involuntarias bajo las que agrupamos una serie de conductas que se realizan sin necesidad de aprendizaje ante la presencia de determinados estímulos y se pueden asociar a otros estímulos por condicionamiento respondiente (clásico). Es decir que el eventual aprendizaje de estas conductas asociadas a otros estímulos que los que las activaban originalmente, así como la consolidación de dicho aprendizaje, depende de que aparezcan después del estímulo mucho más que de obtener algo con ellas. Su mera aparición es el refuerzo que las fortalece.
Esto tiene varias consecuencias conceptuales para trabajar con ellas desde una óptica conductista que define la mayoría de los trabajos que ¡¡aún hoy!! son los más usados para tratarlas, pese a sus limitadísimos resultados.
Al no ser conductas voluntarias, que dependen de sus consecuencias para aparecer, asociarse a estímulos y consolidarse o disminuir, los caminos y recursos para influir en ellas dependerán de capacidades involuntarias en el perro.
La base del trabajo sobre el estímulo original que activa la conducta sin necesidad de aprendizaje será habituar al perro al estímulo, es decir hacer desaparecer las conductas emocionales problemáticas haciendo que el estímulo que las activa deje de tener consecuencias para el perro. Si hubiera aprendizaje respondiente deberíamos interrumpir y debilitar la asociación por condicionamiento clásico entre la conducta emocional y el estímulo al que la hubiera asociado.
Ambas cosas se logran principalmente exponiendo al perro a dicho estímulo a niveles muy bajos en sesiones controladas de manera que no aparezca la conducta, y subiéndolos progresivamente de tal manera que no aparezca la conducta durante el proceso y se acostumbre a ellos.
Este es el enfoque conductista/habituacionista.
El habituacionismo parte de la interpretación conductista que trata la emoción como proceso involuntario, como conducta involuntaria ante determinados estímulos, que además se puede aprender por condicionamiento respondiente, una contingencia de dos términos, estímulo-conducta, en la que el aprendizaje depende de la aparición de la conducta tras el estímulo y no de la consecuencia derivada de la conducta.
Como digo, la intervención comportamental habituacionista se centra en bajar el nivel del estímulo para evitar la aparición consecuente de la conducta, haciendo que la emoción siempre aparezca en niveles muy bajos para habituar al perro a él, y/o debilitar y/o cambiar las asociaciones respondientes entre estímulos y conductas, lo que se hace principalmente usando procesos involuntarios, como la habituación y la positivización, siendo sus recursos principales de intervención la desensibilización sistemática y el contracondicionamiento emocional para positivizar, asociando al estímulo que se quiere “desactivar” una conducta involuntaria, respondiente, contraria a la de la emoción cuya aparición es problemática: juguetes, comida…
Aunque algunas propuestas conductistas/habituacionistas pueden añadir medidas secundarias que implican conductas voluntarias, podemos distinguirlos porque el peso del avance estará siempre en los procesos involuntarios y en la desaparición de respuestas conductuales ante los estímulos.
Consecuentemente desde esta óptica se propone trabajar siempre en niveles muy bajos de emoción, evitando que el perro sea expuesto a ninguna situación en la que pueda activarse la conducta emocional inadecuada durante el tratamiento. Lo que impediría la habituación y/o reforzaría el aprendizaje respondiente.
Esta propuesta es infinitamente larga de llevar a cabo, a veces es imposible de compatibilizar con las necesidades y vida cotidiana del perro y/o de su “familia humana”, porque evitar que durante seis meses se encuentre con ningún perro o no vea coches si les tiene miedo es irreal e imposible.
En parte por esto, y en parte porque conceptualmente es un modelo que niega e ignora lo que hoy sabemos del funcionamiento de las emociones por lo que no aprovecha los avances en este campo, las propuestas conductistas/habituacionistas prácticamente nunca llegan a normalizar al perro: tras procesos muy largos y muy exigentes en todos los aspectos solo nos aportan, en el mejor de los casos, mejoras parciales. Lo cierto es que casi imposible resolver un problema emocional serio usando desensibilización y positivización como recursos principales.
De hecho, actualmente las limitaciones del modelo conductista/habituacionista está cambiando el mercado más importante a nivel de facturación (que no de calidad) del mundo de la educación canina, EE.UU. Dándose la paradoja de que los ponentes más populares ofrecen el modelo conductista/habituacionista como el más eficaz y operativa, como el único real. Pero los resultados son tan limitados y frustrares para el público que ha surgido un movimiento del mercado hacia los resultadistas más cañeros: la franquicia de adiestramiento que más ha crecido en los últimos años allí, y que ya tiene más de noventa delegaciones disputándose el primer puesto, es Sit Means Sit, que significa «Sienta significa sienta», pero que podría traducirse apelando a su mensaje como «La letra con sangre entra». Una empresa de adiestramiento cuya imagen de portada es un collar eléctrico que se fabrica ya con los logos e imagen de la empresa.
Y esto es en buena medida consecuencia de la inoperancia práctica -fuera de los seminarios- de los modelos conductistas/habituacionistas para ayudar a los perros que conviven con nosotros y tienen problemas emocionales, pero esa es buena parte del tema de mi próximo post, así que no lo expondré en más detalle.
EL ENFOQUE DE GESTIÓN EMOCIONAL
Cuando el enfoque conductista era todo lo que teníamos había que resignarse a trabajar con él y así lo hacíamos. Pero afortunadamente para nosotros, y sobre todo para los perros, la ciencia del comportamiento avanzó y nos aportó nuevos conocimientos sobre el funcionamiento de las emociones, ofreciéndonos nuevos recursos de intervención sobre las conductas emocionales. Que no son la misma cosa.
La emoción es un estado interno determinado que: (1) surge como respuesta inmediata e involuntaria de los animales ante un estímulo o situación y que les (2) permite orientar adecuadamente su conducta y (3) evaluar su eficacia.
Con esto vemos que la emoción tiene tres planos funcionales. Su activación ante algo, su aprovechamiento al producir conducta adecuada para responder a la emoción y la evaluación posterior de la situación para poder volver a la calma si se ha solucionado el problema que la activaba, o seguir emocionalmente activo y generar nuevas conductas cuando no se ha logrado.
La gestión emocional es el conjunto de procesos relacionados con la activación, aprovechamiento y evaluación de eficacia de las emociones.
Aquí expondremos las bases del trabajo de gestión emocional, el enfoque que usamos en EDUCAN, pero, tengo que meter una cuña publicitaria: si quieres saber cómo aplicarlas de manera práctica… te toca esperar a mi próximo libro o apuntarte a nuestros cursos, donde es la manera de afrontar los problemas emocionales que enseñamos.
Una gestión emocional saludable activará las emociones convenientes en el momento y nivel adecuado, las aprovechará de manera adaptativa y devolverá al perro a la calma tras la situación emocional, permitiendo que las emociones funcionen como ayudantes eficaces para la supervivencia y búsqueda de bienestar del perro en su entorno y grupo social.
Aparecen problemas emocionales cuando la emoción se activa de manera inadecuada, cuando no se aprovecha correctamente o cuando no se evalúa eficazmente la respuesta emocional.
Nuestro objetivo será restablecer la salud emocional y mejorar la capacidad de gestión emocional del perro, no cambiar conductas concretas. Las conductas son la manifestación del problema, nunca el problema en sí.
El enfoque gestional parte de una interpretación emocionalista que trata la emoción como un conjunto de procesos complejos, involuntarios y voluntarios, gran parte de ellos inobservables, de los que la conducta emocional es la expresión visible, dependiendo el aprendizaje de la modificación de dichos procesos.
La intervención comportamental gestionalista tiene tres estrategias complementarias: en ocasiones (1) bajar el nivel del estímulo, para trabajar procesos involuntarios y mejorar la activación emocional, en ocasiones (2) promover y ayudar a la aparición de conductas emocionales correctas para darle al perro control de la situación emocional y mejorar el aprovechamiento emocional, y, en ocasiones, (3) bajar el nivel de la respuesta conductual o impedir la respuesta conductual inadecuada cuando aparece, para promover el autocontrol emocional y mejorar la evaluación emocional de la situación para comprobar si está solucionada.
Esto se hace trabajando en todas las intensidades de la emoción, desde las más bajas a las más altas, pero centrándose en los niveles medios de activación emocional, donde procesos voluntarios e involuntarios interactúan y se puede lograr una máxima mejora de las capacidades de gestión emocional, más que intentando evitar las conductas inadecuadas consecuentes a una mala gestión emocional.
Debe entenderse que el enfoque gestionalista niega las premisas conceptuales de el enfoque conductista/habituacionista (la emoción es una etiqueta para determinadas conductas, la conducta es lo relevante…), pero no la utilidad parcial de sus recursos de trabajo, por eso los incorpora no como única o principal herramienta, sino como una parte de un conjunto mayor.
Esta forma de trabajo además es compatible con la vida normal del perro, y no habrá tremendos retrocesos antes situaciones puntuales de activación indeseada de la conducta emocional. Además tendremos recursos para que el manejo y control del perro ante una situación emocional inesperada sea fácil y beneficie al proceso terapéutico en lugar de desbaratarlo.
Así que una ventaja importante de la propuesta de gestión emocional es que no exige imposibles a los propietarios durante el tiempo que dure la intervención para mejorar el problema. Esto no es secundario, quizá sí, si solo impartes formación sobre el tema, pero si tienes que trabajar con perros y dueños reales la cosa cambia. Mucho.
Podríamos esquematizar la forma de trabajo del enfoque gestionalista:
1. Trabajar principalmente en niveles bajos de emoción con procesos involuntarios y de manera secundaria en niveles medios con procesos voluntarios parar tratar y mejorar los problemas de activación emocional.
2. Trabajar principalmente en niveles medios de emoción con procesos voluntarios y de manera secundaria en niveles bajos con procesos involuntarios para mejorar los problemas de aprovechamiento emocional.
3. Trabajar conjuntamente niveles bajos y medios de la emoción, con procesos involuntario y voluntarios respectivamente, para mejorar los problemas de evaluación emocional.
4. Aplicar de manera combinada e individualizada los tres puntos anteriores a la gran mayoría de problemas emocionales en los que se combinan problemas de activación, aprovechamiento y desconexión emocional.
Este es el trabajo que se haría sobre la emoción problemática, el miedo, la ansiedad, pero no será jamás todo el trabajo a realizar desde una óptica gestionalista.
La buena praxis profesional respecto a las emociones siempre evaluará y mejorará, en caso de ser necesario, la salud emocional del perro, porque las emociones funcionan de manera global y no podemos limitarnos a trabajar sobre los comportamientos problemáticos que provocan, ni siquiera podemos limitarnos a trabajar sobre las emociones que causan una conducta problemática durante la situación en la que aparece dicha conducta.
Aislar y trabajar la conductas emocionales problemáticas es insuficiente.
El sistema emocional del perro funciona e influye en su comportamiento como un todo, por ello debemos trabajar la salud emocional de manera holística. Pero la evaluación y pautas de mejora de la salud emocional serán objeto de otro post.
El enfoque gestionalista entiende que la emoción no se puede reducir a una visión simplificada que se limita a las conductas que la expresan y que propone operar única o principalmente a través de que desaparezca la activación emocional, en lugar de redirigirla hacia un camino adaptativo y exitoso, que cause el cambio conductual a través de que el perro mejore sus recursos para gestionarla.
Los conocimientos actuales sobre el complejo funcionamiento de la emoción hacen que entendamos como reduccionista, limitado y obsoleto el enfoque conductista/habituacionista, siendo la opción más eficaz, operativa y consistente la gestionalista.
Ayuda a gestionar emociones, no elimines conductas.
#descubrealosperros #súmatealCOGNITIVOEMOCIONAL #entrenarperrosesotracosa
Hola,
como tengo varias dudas sobre este artículo voy a ir una a una para no saturar. Empezaré por lo más básico.
Lo primero que me gustaría aclarar es si el enfoque conductista es aquel en el que se utiliza una clasificación categorial del comportamiento analizando la conducta e ignorando (o prestando muy poca atención) a la emoción en sí. Porque al fin y al cabo los enfoques categoriales clasifican los problemas de comportamiento en base a las respuestas conductuales, es decir a las conductas, y no basándose en las emociones. ¿Correcto?
Otra duda que tengo es sobre el enfoque conductista de las emociones. Entiendo que no es que estén errados en sus premisas, es decir, que una emoción es una contingencia de dos términos estímulo-respuesta que se produce en el condicionamiento respondiente. Sino que esta visión es correcta pero incompleta con la información que se tiene en la actualidad, donde habría que añadir puntos clave como la activación, aprovechamiento y evaluador final de éxito de la emoción. ¿Es eso?
Hola Carlos Alfonso,
aún a riesgo de ser pesado te vuelvo a escribir para ver si me puedes resolver las dudas que planteé anteriormente. Sé que estás con mil historias, pero a ver si puedes sacar unos minutos para despejar mis dudas.
Gracias
Un saludo.
Hola David,
Por acumulación de cansancio voy a tomarme el resto de agosto libre, por lo que contestaré a tu cuestión de manera relativamente breve, pues no tengo energía para hacerlo de manera más detallada.
Para nadie, ni conductistas ni cognitivos, una emoción es una contingencia de dos términos, no es algo que requiera ser aprendido para nadie. Lo que sucede es que cuando dicha emoción se presenta unida a algo que no es lo que la provoca originalmente (típicamente un estímulo antecedente) puede asociarse mediante contingencias de dos términos y ese algo, ese estímulo antecedente, puede terminar evocando (o activando, según prefieras uno u otro término) la emoción por aprendizaje respondiente.
Efectivamente esa visión es correcta en el nivel de análisis conductual, pero desde las ópticas cognitivo-emocionales se ve como incompleta, por no contemplar algunos aspectos menos inmediatos y otros que, desde las ópticas conductistas, no se aceptan, como los estados emocionales (los estados internos son una de las cosas que no se admiten en conductismo).
Hola Carlos,
entiendo perfectamente que estés cansado y con pocas ganas de contestar de forma extensa. Solo por el hecho de contestar ya te lo agradezco mucho.
Me ha quedado claro que una emoción no es una contingencia de dos términos, sino que eso es lo que se produce en el condicionamiento respondiente. Me había expresado mal. Y muy buen apunte el que en conductismo no se aceptan los estados internos, lo desconocía.
Gracias por la respuesta.
Un saludo.
Es importante recordar que no todos los comportamientos son siempre aprendidos, darlo por hecho es un error común en nuestra profesión. Una emoción se puede asociar a algo por condicionamiento respondiente, y su aparición ante ese estímulo implicará aprendizaje respondiente, pero también puede aparecer, y lo hará frecuentemente, sin aprendizaje previo. No toda conducta implica aprendizaje. He ajustado el texto en pequeños puntos para darle más relevancia a esto, pues no eres el primero que hace dicha equivalencia.
Sí, muchas veces damos por sentado que todas las conductas son aprendidas y no tiene por qué. A parte de las tendencias de conducta innata un perro puede actuar sin haber aprendizaje previo, al igual que también lo hacemos las personas. Gracias por el apunte.
Me volveré a repasar el texto para ver si lo he comprendido todo y si tengo alguna duda te la planteo después de Agosto, que el resto del mes toca descansar.
Un saludo.