Tras unos cuantos meses de estudiar los protocolos de entrenamiento de delfines, leones marinos, psitácidas y rapaces en el zoo de Madrid, ayer empezamos la segunda parte del proyecto conjunto de Zoos Ibéricos y EDUCAN, la formación de sus entrenadores en el modelo cognitivo-emocional.
Yo tenía algo de prevención ante esta segunda etapa, en la primera nuestro único riesgo era resultar pesados, con tanta toma de datos y cuestionarios como le pasamos a los entrenadores (casi doscientos cuestionarios con cuarenta preguntas cada uno), pero el impartir formación para expertos que, en algunos casos, tienen más de veinte años de experiencia en el entrenamiento de animales era peliagudo.
Todos sabemos lo susceptibles y «especialitos» que somos los adiestradores 😉, lo defensivos que podemos resultar ante ideas nuevas o que no encajen con nuestra visión del entrenamiento, en este caso, además, esas ideas las aporta una empresa cuya experiencia está referida a otros animales diferentes.
En muchas ocasiones en las que he impartido formación para otros profesionales me he encontrado preguntas capciosas, buscando desmontar los argumentos de la exposición, reticencias a los argumentos científicos que no cuadrasen con los conocimientos previos o con la filosofía de entrenamiento o un mutismo altivo de “estoy juzgándote desde la altísima posición que me concedo a mí mismo” (en esto de auto-valorarnos los adiestradores no solemos pecar de modestia). Con el equipo de entrenadores del Zoo habíamos tenido muy buen rollo hasta ahora, pero darles clase era otra cosa.
Ahora procede que os cuente cómo fue: Salió perfecto :), en primer lugar el biólogo responsable de todas las especies que son entrenadas para exhibición (el jefe, vaya) era el primero en estar allí tomando apuntes, preguntando, ahondando en cada tema (lo que pasa es que nos liamos a hablar de neurología de la conducta y si nos dejan aún seguimos). Todos los entrenadores presentes preguntaban con intención de aclarar los conceptos nuevos y no buscando desmontarlos, de hecho enseguida empezaron las preguntas sobre cómo aplicarlos en casos concretos (¡tranquilos, sólo es el primer día!), lo que siempre es un indicador de que se le da credibilidad a la información presentada.
Al final tuve que interrumpir la clase para no excedernos demasiado del tiempo previsto, lo que tiene mucho valor si tomamos en cuenta que este curso se imparte fuera de la jornada laboral de los entrenadores y tienen que quedarse dos horas de su tiempo libre en el trabajo después de su horario habitual.
Particularmente me alegró que uno de los entrenadores, Pablo Roy, que fue de los que iniciaron este proyecto, se hubiera recuperado después de unos meses de severos problemas con su espalda. Hubiera sido muy injusto que él precisamente no pudiera acudir a las clases.
Estaremos impartiéndoles formación tres días en semana desde ahora hasta finales de Febrero, aunque la última fase del proyecto -utilizar protocolos de entrenamiento cognitivo-emocional con las especies indicadas- empezará algo antes, solapándose con el final del curso ¡Deseadme suerte!