Así es como son las cosas
Publicado el 19 de diciembre de 2016
Dijo que no quería comerse a un animal, que le daba pena hacerlo y que, de alguna manera que no sabía definir, no creía que pudiera estar bien.
Su padre y su madre se miraron sintiéndose orgullosos y llenos de cariño hacia ella: esa sensibilidad reflexiva capaz de ir más allá y remontarse al hecho de ver únicamente comida en el plato mostraba a las claras que pensaba más y mejor que otras niñas de su edad. Su tristeza, además, la revelaba buena. Una niña muy noble. Qué otra cosa podían desear, habían hecho un buen trabajo.
Pero educar es un hermosa labor que, como sabían, no termina nunca.
Así que inmediatamente le explicaron cuidadosa y delicadamente que así eran las cosas, que no debía dejarse llevar más allá de lo razonable por su corazón y que, si estudiaba lo suficiente y aprendía de verdad, independientemente de las notas (porque eran unos excelentes padres y tenían claro que lo importante no eran las notas), le comprarían un perro pequeño para que lo cuidara y lo quisiera. Y tendría que tomárselo en serio porque un perro no es un juguete sino un ser vivo.
Porque así es como son las cosas ¿no?
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