El mejor truco del diablo: Easy Rider.
Publicado el 13 de mayo de 2016
Hay unos señores que van por ahí usando un toro charolés para un espectáculo que montan, pero como no le hacen subirse a una escalera mientras tocan la trompeta, sino que representan Moisés y Aarón de Schönberg nos dicen que es lo más de lo bueno, y que los animalistas no podemos ser tan cabestros de quejarnos por una ópera que ha escrito un tío con diéresis en el apellido.
El toro se llama Easy Rider, como la película de Hooper, que le debió parecer muy chisposo a alguien por aquello de tenerle dando vueltas por toda Europa en una caja para sacarle a ratitos a un escenario incomprensible para él. Así además de prostituir al toro -porque se ha mencionado que cobra un pastazo por actuación, pero, como es obvio, no lo cobra el toro, sino alguien que ha descubierto en el proxenetismo de animales una legal y rentable actividad- pues de paso prostituyen el espíritu de una película que es una inhalación de Kerouac. Pero reconozco que esto me lo han soplado, porque como soy animalista y no le veo el punto a putear a un toro, debe ser que no entiendo de estas cosas.
Es incuestionable que en la lotería del abuso Easy Rider ha sacado un número mejor que cualquiera de los toros de la Vega. Y claro, le han salido un montón de defensores, muy razonables ellos, explicando que a los animalistas se nos va pelín la pinza por pensar, y sobre todo por decir, que nos parece mal este circo con animales, y que no le vemos la vuelta a eso de que como cantan es menos malo.
Uno de los que ha hablado es el director del chiringuito, que no es un paleto con una lanza, sino un señor superculto y con un traje que ya lo quisiera para sí Camps en sus mejores épocas, y ha dicho que se considera imprescindible la presencia del toro, que aman a los animales, que cumplen la legislación y que ¡¡qué coño!! (pero no lo ha dicho así, sino en bonito y fino) esto es arte.
Argumentos que, mira tú qué casualidad, son los mismos, pero exactamente los mismos que los de cualquier otro “festejo” taurino, lo que pasa es que en vez de un tío rancio con una sola ceja o un cultureta (de esos que son muy españoles para los toros y más bien panameños para cotizar) el que te lo dice es alguien que acojona de lo molón que es:
- Cumplimos la legislación: Claro, y el Toro de la Vega, es que el problema es la legislación.
- Es cultura: Un clásico de los taurismos, debe ser que si te pides el comodín de la cultura después puedes ponerte a sacrificar a los primogénitos de tu ciudad sin problemas.
- Nos gustan los toros: Pues podías pensar en hacer que algo para que tú también les gustases a ellos, majete.
- La presencia del toro es imprescindible: En este caso, encima, es mentira, porque me he enterado bien y el toro no es el que canta.
A mí es que lo del director de escena pidiendo un toro charolés me parece más bien una de esas situaciones en las que te metes en el configurador de coches y se te va la pinza con los extras.
Y eso es exactamente lo que subyace: que el toro es un objeto a nuestra disposición y si puedes pagarlo ¿por qué no? Qué cojones, que somos ricos y hacemos opera ¿Cómo va a estar mal lo que hagamos una gente tan estupenda como nosotros?
Esta boutade de meter al toro en el escenario es un “por mis cojones” en toda regla, lo que pasa es que nos lo están contando tan bien que uno hasta duda.
Siempre me sorprende, y mira que no es infrecuente, la facilidad para considerar el dinero y la cultura como herramientas válida para disponer de las vidas ajenas. Del sufrimiento ajeno.
Un ser vivo no es atrezzo, obligar a un animal a estar en un lugar que no comprende, que satura sus sentidos, al que debe llegar tras horas confinado en un trasporte minúsculo y teniendo que pasar largas horas en una jaula de reducidas dimensiones es cruel y constituye maltrato y abuso.
Además, y este me parece un problema muy, muy peligroso en este caso, trasmite a quienes lo ven el mensaje implícito de que está ante algo válido, ante algo aceptable. Y cuanto más bonito es el envoltorio en el que te sirven el abuso más daño hace a quienes se llevan el mensaje de que el toro parece estar bien.
Porque el mejor truco del diablo siempre será hacernos creer que no existe.
Pocas cosas más destructivas que el maltrato vestido de manera que resulte atractivo y no cause choque emocional, pocas cosas más insidiosas.
Muchísimas personas que ven la barbarie que implica el Toro de la Vega o las corridas, o los correbous, no la verán en esto y caerán en la trampa, y nos dirán que exageramos.
Y habremos vuelto atrás, porque pareceremos exagerados en nuestra queja y la escucharán menos que antes. Porque los que participan en el espectáculo parecen gentiles, sus palabras son suaves, sus manera impecables y su discurso parece cierto.
Pero no lo es.
Porque no hay sangre y muerte. Pero hay sufrimiento.
Y después de su ópera, que sin duda será hermosísima para quienes no vean sobre qué se sostiene, lo que sucederá es que la aceptación del maltrato será mayor, la normalización del proxenetismo de animales habrá avanzado.
Lo que sucederá es que nos habrán vestido de locos para que no se nos atienda y así habrán impedido que muchos que querían escuchar lo hagan.
Lo que sucederá es que impedirán a muchos dar ese último paso que estaban a punto de dar, ese que todos quienes estamos aquí conocemos: el de pasar el abuso al que sometemos al resto de los animales de una intuición entrevista con el rabillo del ojo al centro de nuestra mirada consciente. De un malestar sordo a una obviedad vergonzante.
Y por eso no se puede dejar que minimicen lo que hacen comparándolo con cosas peores para mostrarse como razonables.
Porque es lo mismo: someter a otro individuo al sufrimiento sin darle más vueltas que el propio beneficio.
E intentarán impedirnos decirlo, intentarán impedir que se nos escuche para hacer su espectáculo sin problemas.
No quiero que lo logren, no de nuevo.
Difundamos, firmemos esta petición. Somos mejores, seamos también más.
Por último no puedo dejar de decir que me parece que la coincidencia de este abuso con el trabajo de Capital Animal, que está exponiendo y concienciando en La Casa Encendida, es una burla y un desprecio hacia todos los artivistas implicados con dicha iniciativa.
Deja una respuesta