Nadie conoce mi nombre.
Publicado el 18 de mayo de 2016
Cuenta Frans de Waal en su imprescindible libro ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? (Tusquets 2016) cómo los delfines y otros cetáceos producen firmas acústicas con las que se dan a conocer, auténticos nombres individuales que les acompañan toda su vida y que son centrales en su comunicación y relaciones sociales: para agruparse con amigos, para avisar de su presencia en un momento y lugar, para coordinarse en la caza o el juego…
Esta es una buena adaptación para un animal muy social que vive un medio extensísimo donde la visibilidad es escasa, mientras que el sonido se difunde largamente.
Se ha observado que los delfines que permanecen solos en cautividad lanzan continuamente estas firmas acústicas. Todo el tiempo. Algo que nunca hacen cuando están libres, aunque ningún otro individuo les acompañe.
Gritar una y otra vez tu nombre cuando estás confinado en un lugar minúsculo, esperando que otro delfín pueda escuchar más allá de las cercanas paredes, del escaso fondo del tanque, y reconocer a quien lo emite es angustioso.
Pero cuando sabemos que siguen emitiendo estos sonidos durante años, abandonada ya la esperanza de una respuesta, conscientes de la soledad, nos damos cuenta de la auténtica dimensión de lo que sucede.
El cautiverio en personas ha mostrado sistemáticamente el riesgo de la dilución de la personalidad. Los presos se aferran a sencillas aficiones o costumbres como últimos asideros para seguir siendo ellos mismos, para mantener la cordura.
Y eso es lo que parece ser la continua emisión de firmas acústicas por parte de los delfines cautivos, una necesidad de seguir existiendo como individuos, de no dejar que la pérdida de referencias, de objetivos, de contacto social, de movimiento… les robe su existencia como sujetos.
“No quiero olvidarlo: soy alguien, sigo siendo yo.
En este lugar pequeño, en esta habitación terrible, sigo siendo yo.
No quiero olvidarlo.
Lo único que me queda es recordar mi nombre.
No quiero olvidarlo.”
Y no existen estudios que nos muestren si llega un momento en el que algunos callan.
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