Quiero que mi perro vuele: la razón del poder frente al poder de la razón.
Publicado el 29 de abril de 2016
El lunes pasado el modelo portugués Luís Amorim ha tirado a su perro por un puente para cumplir su ilusión de verle volar, como informa, entre otros muchos medios, Schnauzi.
Tócate los cojones.
Esta es la perfecta demostración de una verdad absoluta, primaria y básica que debemos asumir quienes aspiremos a querer bien a los animales: el amor no basta, debemos acabar con el tópico del amor como algo suficiente para sistematizar nuestra relación con el resto de los animales.
El amor desinformado es infantil, busca poseer y dominar a lo amado. Convertirlo en algo sobre lo que tenemos potestad absoluta porque ¡¡le queremos tanto que cómo vamos a hacer algo malo para él!!
Y los perros, con su entrega y confianza en nosotros, son vasijas perfectas para este amor de mierda. Su incondicionalidad se ha convertido en la mejor justificación para abusar de ellos, para volvernos sus amos.
El amor de calidad hacia un perro implica concederle la condición de individuo, estudiar su comportamiento, necesidades y capacidades, para así comunicarnos de manera inteligible, promover su bienestar y facilitarle el acceso a la felicidad al convivir con él. Entonces dejaremos de ser amos para convertirnos en tutores.
El conocimiento es poderoso: nos lleva de la mano desde el sentimentalismo infantil hasta la empatía, desde la objetualización y la posesión hasta la compresión, la solidaridad y la convivencia.
Porque a Luís Amorim se la pelaba lo que su perro pudiera sentir, un sádico que hiciera lo mismo para verle sufrir mostraría más empatía, porque aunque fuera para causarle miedo tendría en cuenta las emociones del perro en ese momento. A Luís Amorim sólo le importó lo que sentiría Luís Amorim. Puta actitud de crío.
Y Luís Amorim nos podría decir, nos diría con seguridad, que estaba convencido de que el perro sentiría la misma alegría que él y que le sorprende descubrir que no es así. Eso no es una atenuante, sino todo lo contrario.
Cuando afirmamos que lo que siente el perro depende única o principalmente de lo que siente la persona a la que quiere estamos tiñendo de emotividad barata la realidad de objetualizarle, negándole la condición de ser autónomo y tener una forma propia de entender el mundo, que estará influida por la de quienes quiere (como lo está la nuestra) pero no determinada completamente por ella.
Porque proyectar que otro sentirá lo mismo que tú sientas es, en realidad, robarle su condición de individuo que tiene una interpretación propia de la realidad para objetualizarle a la manera de un espejo, que solo reflejará lo que tú sientas. Le convertimos en un objeto, uno con un complejo funcionamiento eso sí, cuya vida emocional es únicamente replicar y responder a los sentimientos de su, aquí sí, amo.
El otro problema de base que ilustra esta noticia es que tenemos un poder casi absoluto sobre los demás animales y el poder siempre piensa que tiene razón. Porque puede.
Y las razones que el poder, cuando está unido al amor, nos susurra al oído son siempre son la peor mierda de todas.
Las que justifican a todas las empresas que tienen animales para explotarlos para publicidad.
Las que justifican la existencia de zoos.
Las que justifican los adiestramientos abusivos.
Las que justifican las fotos con delfines que se asfixian en nuestros brazos.
Las que justifican las negligencias.
Joder, si hasta las usan para justificarse los defensores de la tauromaquia, sabiendo que, si saben, si sienten, que aman a los toros, no pueden estar equivocados.
Porque ya sabemos, y si no tranquilos que nos lo recordarán, que cuando la cosa se hace con amor por el animal y buenas intenciones nunca puede ser mala.
Porque seguro que si el perro hubiera muerto Luís Amorim hubiera llorado con sinceridad a su perro.
A mí que me quieran menos, pero mejor, gracias.
Afortunadamente el perro está bien, y por ello saldrán quienes digan que como no hay desenlace trágico es sacar de madre las cosas el señalar los problemas subyacentes, pero es que lo importante es analizar qué lleva a alguien a tirar por un puente a un perro al que ama, porque esa es la enfermedad, esa es la raíz y es entendiéndola como podremos actuar para cambiarla antes de que sucedan las cosas. No es lo fácil, es lo útil.
Quiero terminar señalando que Luís Amorim, de paso, le ha hecho chico favor a sus colegas modelos con este excelente anuncio sobre los peores tópicos que les rodean. Esto me fastidia mucho y no me gustaría que sirviera para descalificar a su profesión, pues no creo que este nivel de egoísmo carente de empatía, sea característico del conjunto de una profesión.
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